Lotta al narcotraffico in America Latina: battaglie vinte in una guerra che si perde
A pesar de los avances, la lucha contra el narcotráfico en América Latina no logra sus objetivos -
Batallas ganadas en una guerra que se pierde
El caso viene de atrás. En septiembre de 2004 la policía española se incautó de 60 kilos de cocaína de gran pureza que entraban en el país a bordo de un avión de la compañía argentina Southern Winds. Durante estas últimas semanas, cuando se ha descubierto que no se trata de un hecho aislado y que las fuerzas de seguridad argentinas están plenamente implicadas en el tema, el asunto ha tomado especial relevancia. Sin embargo, no se trata sino del penúltimo caso de narcotráfico en el continente americano. Un caso paradigmático que esconde varias claves: cocaína colombiana, transportada por "mulas" peruanas en connivencia con los cárteles mexicanos. Todo un repaso al submundo del narcotráfico, un entramado que, a pesar de los esfuerzos y los millones de dólares empleados, se mantiene en pleno auge.
En efecto, según el informe "Drogas y Democracia en Latinoamérica. El impacto de la política de EEUU", publicado por la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA), Estados Unidos ha gastado más de 25.000 millones de dólares en la lucha contra el narcotráfico en el último cuarto de siglo. Inversión que ha servido para dar algunos pasos adelante pero que no ha supuesto una mejora significativa.
El efecto Colombia
Desde la Administración Clinton, Colombia es el principal objetivo de Estados Unidos en su lucha contra el narcotráfico. Las cifras lo justifican: el 70 por ciento de la producción mundial de pasta de coca provenía de Colombia, producción que financiaba a grupos terroristas como las FARC y las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Esta cifra se ha reducido en los últimos años a partir de una política militarista estructurada alrededor del Plan Colombia y cuyos efectos positivos están aún por ver. Las cifras aportadas por la Oficina para la Política Nacional de Control de Drogas en EEUU (ONDCP) son espectaculares: de 2000 a 2003, el área cultivada se redujo de 163.000 a 83.000 hectáreas y sólo en 2003 se destruyeron 1.900 laboratorios de cocaína.
Sin embargo, detrás de estos datos se esconde una realidad bien diferente. Así, de los 742 millones de dólares destinados por Estados Unidos al Plan Colombia para este año, la mayor parte están dedicados a la ayuda militar. Además, la utilización de defoliantes lanzados desde aviones para destruir los cultivos de coca destruyen también otros cultivos y amenazan la diversidad biológica de la zona. Por último, a pesar de la reducción en la producción, el precio mundial y la disponibilidad de la cocaína en los mercados occidentales no ha variado. Eso significa que lo que se deja de producir en un lugar, se empieza a producir en otro.
Este proceso se conoce como "Efecto Colombia" y ha afectado seriamente a Perú. El zar antidrogas del país andino, Nils Ericsson, denunció a principios de febrero que Perú corre el peligro de convertirse en un narcoestado si en 2005 continúa la tendencia iniciada durante el último año. En efecto, según la agencia antidroga peruana (DEVIDA) las 42.000 hectáreas de cultivo existentes a principios de 2004 se convirtieron en 48.000 en enero de este año. Y eso que el Gobierno peruano ha destruido casi 2.000 laboratorios en los últimos dos años. El aumento en la producción ilegal de coca continuará en 2005 y 2006 si Estados Unidos cumple con su promesa y reduce de 60 a 42 millones de euros la ayuda que recibe Perú. Los 18 millones de dólares de reducción (que coinciden con un aumento del presupuesto del Plan Colombia) iban destinados al fomento de ámbitos de desarrollo alternativos.
Amenaza para la democracia
El objetivo de Perú para 2006 es conseguir erradicar todas las hectáreas de cultivo ilegal excepto las 10.000 que quedarían reservadas para el cultivo tradicional de hoja de coca. Sin embargo, los intereses creados, la preferencia de los agricultores por un cultivo que es mucho más rentable y, sobre todo, la corrupción generada en torno al narcotráfico convierten en imposible cualquier estrategia al respecto. De esta manera, Perú, que ya de por sí es un país ciertamente inestable, se ve amenazado por poderosas mafias y ve socavada su legitimidad democrática. Es decir, se pone al borde de convertirse en un estado fallido.
Pero, si bien es el segundo productor continental, el caso de Perú no es único. Bolivia se encuentra en una situación parecida. Allí, durante los últimos años la destrucción de cultivos sin la previa creación de otros modelos de desarrollo ha generado una situación de pobreza e inestabilidad, situación que acabó con el Gobierno del pro estadounidense Sánchez Losada y puso al país al borde del colapso.
Ecuador, que nunca ha sido un país productor, se ha convertido en un lugar de paso esencial para las redes de narcotráfico. De hecho, en la actualidad un tercio de la droga producida en Colombia pasa por Ecuador, especialmente por el puerto de Guayaquil.
Por su parte, en México, durante las décadas de los ochenta y los noventa el poder de los cárteles tuvo en jaque al Estado. Paradójicamente, la destrucción de las grandes redes de narcotraficantes no ha tenido como resultado una disminución de la actividad puesto que, en la mayoría de los casos, se han convertido en grupos más pequeños y difíciles de detectar.
E incluso Costa Rica, considerada la Suiza de América por su estabilidad, se ha convertido en una plataforma para hacer llegar la cocaína hasta el lucrativo mercado estadounidense. Las autoridades costarricenses afirman que en 2004 pasaron por el estado centroamericano más de 40 toneladas de cocaína, que produjeron beneficios por valor de 120 millones de dólares. Mucho dinero con el que sobornar a jueces, corromper a las fuerzas de seguridad, comprar armas y, en definitiva, convertirse en una amenaza para la estabilidad y la seguridad de la región.
Como afirma el informe de la WOLA, una política militarista basada en la destrucción no es un método efectivo ni suficiente. El narcotráfico es una amenaza para el desarrollo, la democracia y la estabilidad de todo el continente. Sin embargo, sólo estrategias globales y a largo plazo pueden suponer un avance en la lucha contra el tráfico de drogas. Estrategias que, entre otras cosas, impliquen el desarrollo de los agricultores, víctimas de un sistema que les condena al hambre: mientras una hectárea de café produce unos ingresos anuales por valor de 600 dólares, una de coca aumenta esa cifra hasta los 7.500 dólares. En lo que no mejoren estas perspectivas, la guerra contra el narcotráfico está perdida.
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