Gli USA disarmano l'esercito boliviano
Una treintena de misiles chinos tierra - aire, móviles y con guía térmica, de fácil manipulación y aptos para enfrentamientos de corte alcance, usados con mucho éxito por la resistencia iraquí contra las tropas de Washington, fueron entregados en una operación secreta por el gobierno boliviano a militares estadounidenses, en una actitud que fue considerada por las organizaciones sociales y populares como una traición a la patria.
Incluso, el candidato presidencial por el Movimiento al Socialismo (MAS), el líder indígena Evo Morales, que aparece como favorito para las elecciones de fin de año, anunció que demandará por "traición a la patria" al mandatario interino, Eduardo Rodríguez, por la destrucción del único lote de misiles del país.
En esta operación de control del Ejército boliviano también se incluye la depuración y marginamiento de los militares que muestren simpatía por la nacionalización de los hidrocarburos y la lucha antiimperialista del pueblo. En los últimos meses se ha producido el retiro, baja o cambio de destino de al menos una decena de militares de alta graduación.
En Washington temen que el Ejército boliviano, aunque es el más débil de América del Sur, puede convertirse en un arsenal para los levantiscos sectores radicalizados de obreros, campesinos e indígenas que desde principios de los años 2000 ponen en jaque al neoliberalismo y a las transnacionales.
Los temores de Washington
Según los expertos, la operación de desarme del Ejército boliviano se implementa ante la profunda desconfianza de los Estados Unidos por la actitud de algunos sectores de las Fuerzas Armadas de Bolivia, que se han mostrado muy receptivos a la demanda popular para nacionalizar los hidrocarburos y expulsar a las transnacionales que se han apoderado de las reservas de gas y petróleo, valuadas en más de cien mil millones de dólares.
Otro temor de Washington es que los sindicatos y las organizaciones populares radicalizadas puedan tomar los cuarteles bolivianos, con el apoyo de algunas fracciones del Ejército, reeditando las jornadas revolucionarias de 1952, cuando la lucha popular fracturó la unidad militar y condujo a la desaparición temporal de las Fuerzas Armadas.
Durante ese periodo revolucionario, el Ejército regular fue reemplazado por milicias armadas de obreros y campesinos que empujaron hacia la nacionalización de las minas y la reforma agraria. Este proceso quedó trunco por la traición del nacionalismo pequeño burgués y la debilidad de los sectores revolucionarios, lo que condujo a la refundación del Ejército regular bajo la égida de los Estados Unidos, en la segunda mitad de la década de los años 50.
Desde esa fecha, las Fuerzas Armadas bolivianas cumplen, casi siempre, con las tareas propias de un Ejército de ocupación, defendiendo los intereses transnacionales y disparando contra el pueblo.
Un ejército bajo presión
Sin embargo, las extremas condiciones de miseria que vive Bolivia, con un tercio de su población hundido en la pobreza y otro tercio sumido en la hambruna y la marginalidad, junto a la elevada conciencia revolucionaria del pueblo tienen su peso en las bases del Ejército, compuestas por jóvenes campesinos y obreros pobres que obligatoriamente deben prestar el servicio de armas durante un año.
La lucha popular y la prédica revolucionaria tienen allí un campo fértil, como también en algunos sectores de jóvenes oficiales de bajo rango, lo que puede empujar, como en el pasado, a que los militares adopten posiciones populistas o incluso revolucionarias.
Además, un eventual triunfo electoral en las elecciones presidenciales de diciembre del candidato indígena y líder de los cocaleros, Evo Morales, es otra preocupación adicional para los Estados Unidos, que consideran que el cocalero en el poder, que practica una política conciliadora con el gran capital, sería fácil presa de las organizaciones sociales más radicalizadas, lo que ahondaría la crisis interna en el Ejército y podría abrir los cuarteles al pueblo. Y eso precisamente es lo que no quieren los Estados Unidos: que el pueblo tome las armas.
Tendencias en el ejército
Estos temores se acrecientan al constarse la existencia de al menos cuatro tendencias en las que está parcelado el Ejército boliviano. La tendencia mayoritaria y dominante es la "institucionalista", conformada por la mayor parte de generales, coroneles y oficiales de alta graduación que se han alineado detrás de los gobiernos de turno y que cumplen disciplinadamente sus tareas cotidianas de seguridad como las de represión controlada contra las organizaciones sociales y populares.
La segunda tendencia, con menos fuerza pero más explosiva, está constituida por generales, coroneles y oficiales de alta graduación con estrechos lazos con la Embajada de Estados Unidos, el Departamento de Estado y el Pentágono. Esta ala "represiva" y "reaccionaria" de orientación fascista plantea al interior de las Fuerzas Armadas la necesidad de abatir a bala y metralla la insurgencia de los sectores radicalizados de la población. Muchos de sus integrantes recibieron formación en la Escuela de las Américas y otros centros de adiestramiento antisubversivo de Estados Unidos.
La tercera tendencia, mucho más reducida, está constituida por algunos jefes de alta graduación y por oficiales de rango medio, los que se identifican con posiciones "nacionalistas" y "reivindicacionistas" y que ven con buenos ojos la nacionalización de los recursos naturales y el posible ascenso a la presidencia de Evo Morales. Su influencia es menor, aunque creciente, y está localizada en los cuarteles del occidente.
Su punto discursivo más fuerte y que les permite expandir su influencia radica en los cuestionamientos a la política chilenófila de los gobiernos y partidos neoliberales, que intentan a toda costa hacer buenos negocios con la oligarquía de Chile, olvidando que este país arrebató a Bolivia su salida al Océano Pacífico en una guerra de agresión en 1789.
La cuarta tendencia está constituida por jóvenes oficiales de rango medio, aglutinados en pequeños y clandestinos núcleos revolucionarios de orientación marxista y nacionalista, articulados por el boletín "Vivo Rojo", donde se proclama la urgencia de expulsar a las transnacionales y hacer la revolución llevando al poder a obreros, campesinos y militares revolucionarios.
Estas dos últimas tendencias son las que más preocupan a la Embajada de Estados Unidos y al Alto Mando Militar boliviano, el que ha comenzado a extremar esfuerzos para separar y castigar a los "disidentes" y "revoltosos" preparando una nueva depuración, mediante el cambio de destinos que alistan para fin de año. La intención es marginar de la institución a los "oficiales peligrosos" y/o separarlos del manejo de tropas y regimientos, especialmente en los cuarteles del Altiplano, de El Alto, de La Paz y Los Yungas.
Juicio contra Rodríguez
En este escenario, la entrega de los misiles a los Estados Unidos no hace más que poner en evidencia la profunda desconfianza que genera el Ejército boliviano y la defección del actual presidente Rodríguez, otro aliado de las petroleras como lo fueron los ex presidentes Gonzalo Sánchez de Lozada y Carlos Mesa, derrocados por la rebelión popular en octubre del 2003 y junio del 2005, respectivamente.
Hace un mes, Evo Morales anunció su intención de entablar un juicio contra Rodríguez y su ministro de Defensa por la desaparición de unos 30 misiles tierra-aire NH-5 de fabricación china. Este armamento fue enviado a Estados Unidos en agosto, vía aérea, durante una operación secreta.
Morales denunció que el presidente Rodríguez le aseguró en una conversación privada que los misiles no habían sido sacados del país, con lo cual respaldó un informe militar sobre el caso. Sin embargo, el propio ministro de Defensa admitió ante el Parlamento que los misiles habían sido trasladados a Estados Unidos.
En tanto, el jefe de las Fuerzas Armadas, almirante Marco Antonio Justiniano, aseguró que los misiles estaban en desuso, y que fueron enviados a Estados Unidos para su "demolición".
Ejército débil, pero peligroso
Las Fuerzas Armadas de Bolivia son las más débiles del continente, pero al interactuar en un escenario caracterizado por un profundo y sólido ascenso de las luchas populares, con creciente influencia política e ideológica en todas las instituciones públicas y privadas, pueden fragmentarse y perder su institucionalidad, dejando de ser el bastión del orden establecido y el garante de la propiedad de las grandes empresas nacionales y extranjeras.
La extrema debilidad de las Fuerzas Armadas bolivianas se expresa en lo ideológico y político en la existencia de fracciones y tendencias contrapuestas, lo que vulnera su unidad y ordenamiento legal interno. En lo militar se manifiesta en su precario armamento, especialmente de la Fuerza Aérea que mantiene vetustos y arcaicos aviones T-33, una Armada casi inexistente y un Ejército que tiene en los fusiles FAL su armamento más moderno, junto atanquetas y tanques virtualmente inservibles para la guerra internacional, aunque muy aptas para la lucha interna. Y este arsenal es, precisamente, el que Washington no quiere que caiga en manos de los revoltosos.
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