Bolivia e la rivoluzione del voto in America Latina
Bolivia, centro geográfico y gasífero entre la Comunidad Andina y el MERCOSUR, pasa a ser desde ahora, centro político de atención de todas las miradas. Entre otras cosas buenas, la 'revolución bolivariana' estará menos sola o lo que es lo mismo, más acompañada.
Los gobernantes de EEUU, conocen bien la dialéctica según la cual, pequeños factores nacionales pueden generar grandes efectos regionales. Lo aprendieron en Vietnam para la inmensa subregión del sudeste asiático en los años 60 y 70, y en Nicaragua, durante los años 80 para Centroamérica. Tres década de revoluciones y aprendizajes de los peligrosos enemigos de las revoluciones de oprimidos.
Bolivia es mucho más que Bolivia. El actual contexto latinoamericano la potencia como un elemento dinamizador del ciclo de resistencia anti imperialista desatado en la última década, el quinto desde hace un siglo. La 'revolución bolivariana' es hoy su principal pivote. En el caso de Bolivia, no será menor el peso de su rica tradición insurreccionalista aparecida en los años 40, así los egregios mineros de antes hayan trocado en asalariados vulnerables de La Paz, El Alto o Santa Cruz.
Así la temible COB (Confederación Obrera de Bolivia) no sea tan temible como en los años 50, 60 y 70, y deba compartir el escenario con los nuevos y poderosos movimientos sociales, como los de El Alto, organizados en ejemplares formas democráticas, y con el MAS (Movimiento al Socialismo) nuevo protagonista nacional de indiscutible impostura, adentro y afuera. No por casualidad, Evo Morales registró ayer en una declaración que 'los movimientos sociales han construido surco a surco la nueva voluntad que hoy impone el cambio en Bolivia'.
Pero es que muchos protagonistas del pasado han dado paso a nuevos en América latina. El nacionalismo adeco en Venezuela murió para ser sustituido por el nuevo nacionalismo del 'bolivarianismo' o 'chavismo'. AD quedó reducida a menos del 3% el 4 de diciembre. El varguismo brasileño dio paso al petismo lulista, el ibañismo ecuatoriano desapareció a favor de la CONAIE y otros movimientos similares, el Frente Amplio sucedió al viejo nacionalismo uruguayo, el bathlista y le otro, en Perú el cadáver del aprismo podría ser reemplazado por el etnocacerismo de los hermanos Humala, la versión menos progresista de todo lo nuevo. En México, el cardenismo y el PRI ya no son lo que fueron, aunque no ha encontrado un sustituto nacional estable, excepto el proyecto zapatista, el primer aparecido en el actual ciclo de la centenaria resistencia antiimperialista.
En Bolivia, el poderoso nacionalismo del MNR (Movimiento Nacional Revolucionario) feneció y se consolidó el MAS junto con otros movimientos menores. El MNR no pasó del 7,1% catorce días después del hundimiento de AD en Venezuela.
Este fenómeno viene ocurriendo en buena parte de Latinoamérica durante la última década, excepto en Argentina. Pero esa es otra historia.
Lo de Bolivia no es una revolución, entre otras cosas, porque votar es el menos revolucionario de los actos humanos. Pero la votación masiva por el MAS y Evo Morales puede conducir a un proceso revolucionario inesperado, no buscado, como asume Alvaro García, el Vice de Evo Morales. El ejemplo más reciente es Venezuela, donde el triunfo electoral de Chávez en 1998 condujo al más poderoso proceso de transformaciones que haya vivido el país desde 1958.
Algo parecido podría generarse en Brasil o Uruguay, o Ecuador, inclusive en Argentina, si la realidad social sigue moviéndose en el mismo sentido. Es la 'revolución del voto' que cabalga sobre la desesperación y las luchas revolucionarias de los oprimidos en tiempos de globalización.
Estos desarrollos contradictorios no dependen de lo que haga o deje de hacer cada gobierno (solamente). La historia no funciona de manera tan simplona. Están determinados por las fuerzas desatadas adentro y afuera. Y en forma decisiva por lo que sea capaz de hacer el gobierno de los Estados Unidos, que no ahorrará recursos y experiencia para controlar, moderar, detener, maniatar, y si no, aplastar y borrar de la faz, gobiernos como los de Evo y Chávez.
Regímenes de este tipo no son compatibles con la existencia estable del sistema regional de poder, mientras gobiernos como estos mantengan sus políticas nacionalistas y la actual relación orgánica con los movimientos sociales.
En Venezuela avanza de múltiples maneras y expresiones novedosas bajo la denominación de 'Revolución Bolivariana'.
En Bolivia aún no tiene nombre popular como en Venezuela, pero sí dos consignas que le producen náuseas a Washington: 'Bolivia digna, soberana y productiva' y 'Asamblea Constituyente para Refundar la Nación'. Dos aspiraciones elementales que 50 o 100 años atrás sonarían a irreverencias de burgueses descarriados, hoy representan fantasmas revolucionarios. Para algunos gobernantes y empresarios muy nerviosos son fantasmas que huelen a los que aventaban Marx y Engles en 1848.
Es que el imperialismo aprendió lo que la izquierda descremada dejó atrás: que el resultado de la lucha sólo lo da la lucha: que el anti imperialismo y la democracia política pueden conducir al socialismo en países como los nuestros, incluso cuando no sean consignas de programas descremados. En Bolivia este dilema es más abierto, incluso que en Venezuela. Por un lado, debido a la tradición revolucionaria de sus movimientos sociales, por otro, porque el nombre del partido que entra al gobierno, el MAS, invoca ese ad-venir, esa presencia latente del socialismo debajo de cada movimiento social.
En un país tan sometido a las transnacionales como Bolivia, la soberanía y la asamblea constituyente para revolver el tablero nacional, abren perspectivas revolucionarias, por dos razones: las masas bolivianas las desean con la misma fuerza que el imperialismo las enfrentará.
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