Uruguay: è morta María Magdalena Salvia, una delle madri di desaparecidos urugaiani
"Quica" ha lottato trenta anni per trovare i resti di suo figlio
"Quica" buscando a Juan Pablo....
María Magdalena Salvia, "Quica", madre del uruguayo desaparecido Juan Pablo Errandonea, dejó de existir ayer en la ciudad de Las Piedras, donde su cuerpo viene siendo velado (Empresa Villamayor), para ser inhumado este mediodía en el cementerio de esa localidad del departamento de Canelones.
"Quica" era una de las más reconocidas integrantes de la organización de Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos, a la que se había sumado desde su regreso a Uruguay, luego de vivir años en Venezuela, donde se radicó para estar más cerca de sus exiliados hijos.
Había nacido en una escuela rural canaria el 10 de abril de 1924. Acababa de cumplir sus 82 años. Era hija de una maestra que optó por un cargo efectivo en lo que sería la Escuela Experimental de Las Piedras. "Quica" hizo la primaria en la escuela que dirigía Sabas Olaizola.
Desde 1938 hasta 1944, cursó secundaria y preparatorios de medicina en el Liceo Inmaculada Concepción de Montevideo. Con el título de bachiller, ingresó al Instituto Magisterial, de donde se recibió como maestra de primer grado en 1947.
Durante dos años hizo suplencias y un intinerato en la Escuela Honduras, hasta que en 1950 obtuvo un cargo efectivo. Ese año se casó con José Antonio Errandonea, con quien tuvo seis hijos: Yaema (1951), Mariana (1953), José Ignacio (1954), Juan Pablo (1955), María Inés (1958) y Soledad (1961).
La historia de Pablo
"Quica" había tenido a su hijo Juan Pablo Errandonea Salvia un 29 de diciembre. Pablo vivió su infancia en la casa materna de José Batlle y Ordóñez 676 en la ciudad de Las Piedras, donde cursó primaria en el Colegio San Isidro hasta 1966 e hizo la secundaria en el Liceo Manuel Rosé.
Cursaba el bachillerato cuando el golpe de Estado de 1973. Le gustaba nadar y practicaba en la piscina del Club Olimpia, en Colón. También estudió piano, pero, cuando se preparaba para ingresar al Conservatorio Nacional de Música, optó por la militancia social.
Pablo Errandonea militaba desde los 13 años, cuando estudiaba primer año de liceo y se inició la lucha por el boleto estudiantil. También trabajó en la Cooperativa de Asistencia Médica Integral de su localidad natal, pero cuando comenzó la dictadura ya había encaminado su vida hacia la acción política.
Fue integrante de la Federación Anarquista del Uruguay (FAU) y de la Resistencia Obrera Estudiantil (ROE). Tenía sólo 17 años cuando las Fuerzas Conjuntas llegaron a su casa, que hallanaron cuatro veces en la misma noche, para detenerlo. Ese día inició su clandestinidad.
Permaneció escondido una semana, en la que se encontraba furtivamente con su padre José Antonio y con "Quica", antes de viajar a Buenos Aires, donde inició su radicación el 28 de agosto de 1973. Desde entonces se integró al proceso de formación del Partido por la Victoria del Pueblo (PVP).
Pasajero del "2º vuelo"
"Quica" buscaba a Pablo desde el 26 de setiembre de 1976, cuando fue detenido en la vía pública junto a Raúl Tejera Llovet. El operativo fue realizado por fuerzas represivas de Argentina y Uruguay, según el testimonio de comerciantes y vecinos de la zona, testigos del secuestro.
La Comisión para la Paz dio por confirmada la condición de víctima de desaparición forzada de Errandonea, pero no encontró ningún indicio sobre su destino posterior. Una investigación de LA REPUBLICA le coloca como uno de los probables pasajeros del llamado "segundo vuelo" de Orletti.
En la madrugada del lunes 5 de octubre de 1976, Errandonea y una veintena de uruguayos secuestrados en Argentina pocos días antes, fueron traídos a Montevideo en el Vuelo 511 de TAMU que piloteaba el ex comandante en jefe de la Fuerza Aérea, brigadier general (r) José Pedro Malaquín.
Errandonea y sus compañeros del PVP habrían permanecido vivos durante casi un mes en algún lugar del territorio uruguayo hasta que, en los primeros días de noviembre de 1976, fueron ejecutados y enterrados, seguramente en una fosa común que el Ejército uruguayo no ha reconocido.
Ayer, luego de luchar treinta años, preguntando por el destino de su hijo y buscando el lugar donde fueron escondidos sus restos, María Magdalena Salvia, "Quica", murió. Quizás en otro espacio logró encontrar a Pablo. Más temprano que tarde, los cuerpos de ambos también descansarán juntos.
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