Il Messico al tempo della globalizzazione
Y como para que todo sea contraste en México, al lado de una gran ilustración adquirida por algunas clases, se ofrece la negrura de la supina ignorancia de
otras"[1]
Entre la redacción del fragmento citado y el momento en que lo transcribo
media un hito que marcó la historia: la Revolución Mexicana, que
pretendió, a grandes rasgos, restituir el equilibrio de la sociedad a la
luz de la justicia social. El rumbo que han tomado los acontecimientos
nacionales de entonces a la fecha muestra una tendencia a la regresión
en lo que a conquistas sociales se refiere, al paso que el Estado
retrocede en la esfera pública para abrir paso a nuevos sujetos
forjadores de una agenda nacional a su imagen y semejanza: mucho del
sector privado mexicano, empresas transnacionales y tecnócratas que dan
paso a todo ese juego de maximizar beneficios con el mínimo de costes (y
responsabilidades sociales). De tal suerte, vivimos una suerte de
*époque d'or* de paraísos exclusivísimos para los "prominentes" y una
división de la sociedad en socios, siervos y clientes.
Por algunas cifras con las que me he topado tengo una ligera sospecha de
que el modelo neoliberal, tan entusiasta de la globalización de los
mercados, no ha estado funcionando correctamente. Algunos ejemplos: pese
a las bondades mercado con nuevos competidores, en el marco de la
apertura comercial y la privatización de empresas públicas, el índice de
precios de la canasta básica creció en un 257% entre 1994 y 2002; otro
ejemplo: que la tan celebrada apertura comercial - con su catalizador el
TLC - deja como saldo al menos en sus primeros once años (de 1993 a
2003), nueve con balance negativo en la balanza comercial. Es revelador
el hecho de que entre 1984 y 2003 el número de hogares que viven en la
pobreza se ha incrementado en un desesperanzador ochenta por ciento y el
porcentaje de mexicanos debajo de la línea de pobreza se computa en
setenta. ¿Cómo defender una política económica que en veinte años ha
cocinado con recetas de Bretton Woods un "mercado laboral" cuya mayor
ventaja comparativa es el empobrecimiento cabalgante del salario mínimo?
La crisis del '94 es uno de los más significativos ejemplos del riesgo
de que la economía haga una apuesta al "crecimiento hacia afuera" sin
fortalecer el mercado interno y la sana planificación económica en áreas
estratégicas. Las consecuencias han sido nefastas: insolvencia
financiera pública, recesión con inflación, pérdida de la capacidad
adquisitiva de los salarios, depresión en términos reales de los precios
agrícolas, incremento en la tasa de desempleo y subempleo y,
definitivamente, la pérdida de algunos - digámosles - controles
estatales que permiten la defensa y ejercicio de la soberanía nacional.
El caso del sector primario es emblemático de cómo las dinámicas globales
combinadas con gobiernos neoliberales acentúan la desigualdad en nuestra
sociedad y complican la soberanía nacional en sus diversas dimensiones.
Cuando se hizo evidente que era necesario producir nuestros alimentos y
no había ventajas de peso en la importación de agroproductos (como
pensaba la tecnocracia mexicana desde la Ronda Uruguay), ya se había
desmantelado la política de apoyo a los productores y se había
desincentivado a la producción de granos básicos en el afán de estimular
la producción de productos agroalimentarios con alto valor agregado
relativo a la exportación (una de esas "ventajas comparativas" que
tanto privan en el discurso oficial desde hace 20 años). Este repliegue
del Estado frente al sector agropecuario (de la mano con una reforma a
la Ley Agraria en que el ejido se hizo enajenable) se tradujo, con la
devaluación del peso, en una nueva concentración de tierras, inversiones
y mercado agroindustrial en manos de muy pocos, muy adinerados y en
muchos casos, transnacionales. Junto al problema económico está el
social: en el caso de granos básicos (maíz, frijol, trigo, sorgo y
arroz), que es el subsector más golpeado por las reformas neoliberales,
su cultivo comprende el 70% de la superficie agrícola nacional e
involucra al 80% de los productores. La situación es grave.
Al abordar el problema de los trabajadores industriales y los del campo,
así como la problemática específica de los demás sectores, se presentan
generalmente y más o menos de manera pura dos criterios fundamentales:
por una parte, está el discurso oficial, el del mercado y los ideólogos
del libre mercado que abogan por un liberalismo entendido como
neoliberismo, en que el Estado debe reducirse a su mínima expresión y
garantizar seguridad y respeto a la propiedad privada. La economía
nacional, según esta postura, recae en la libre iniciativa de los
empresarios. Esta postura está a favor de la globalización de los
mercados y de la intensificación y máxima extensión de los intercambios
comerciales. Gran parte de su operación está en las finanzas, en la
especulación bursátil y el comercio internacional. Para efectos de
identificarla y distinguirla de la globalización en general - que es un
proceso -, llamaremos a esta concepción "globalismo"[2]
En ella, el mercado mundial se libra de muchos de los controles a que lo
someten los Estados Nacionales - por ejemplo, fiscales o laborales - y
llega a tener la capacidad de privar a la sociedad de sus recursos
materiales a nivel global. De algún modo podríamos afirmar que el
globalismo neoliberal ha roto la alianza histórica entre sociedad de
mercado, Estado asistencial y democracia que caracterizaba a las
democracias liberales por más de medio siglo XX. En contraposición,
diría que hay una concepción democrática que acentúa la necesidad de
remoralizar la democracia (deslegitimada con los regímenes
"democráticos" de corte elitista o competitivo), renovar los pactos
sociales que dan sentido y fuerza institucional a la Nación - lo cual
requiere de grandes esfuerzos en lo relativo a justicia social y un
sector privado socialmente responsable - y darle al ciudadano una mayor
participación en la toma de decisiones públicas.
Me parece que vale la pena dar seguimiento al debate científico y
político de esta aparente dicotomía, o si se ofrecen algunas
alternativas intermedias. Me parece que es digno de considerarse que no
hay mercado sin Estados fuertes que puedan hacer respetar la propiedad
privada, pero además no hay mercado sin Estados soberanos que hagan
respetar los justos equilibrios sociales para que las brechas en el
ingreso y la propiedad no generen ingobernabilidad y el mercado sea -
por decirlo así - autosustentable. Más aún, no hay justificación ni
legitimidad para un mercado que opera al margen de un Estado soberano
que haga respetar su propio ordenamiento jurídico, cuando su dinámica a
nivel global socava los principios en que se basa la democracia. Aquí la
ciudadanía, a nivel global, debe constituir un verdadero contrapeso y
contrapoder crítico al mercado y sus cuestionables alianzas fuera del
marco de lo socialmente legítimo. En esta democratización de las
cuestiones globales y de la toma de decisiones públicas en el ámbito
nacional, me parece, recae gran parte de un hipotético nuevo ejercicio
de la soberanía. Ya que, constitucionalmente hablando en el caso
mexicano, la soberanía reside en el pueblo. ¿qué tanta soberanía puede
ejercer el Estado Mexicano ahí donde la ciudadanía está desorganizada y
apegada al ciclo de trabajar para consumir individual y egoístamente?
Con todas las lagunas que deja el texto, me atrevo a afirmar que la
solución de continuidad que tiene el Estado frente a las dinámicas
globales que socavan su soberanía está en la capacidad que tenga de
abrir más y mejores canales de participación democrática. y del fervor
con que la ciudadanía lo demande.
>
Flores Magón, Ricardo. "En pos de la libertad", discurso pronunciado en
la sesión del Grupo Regeneración el 30 de octubre de 1910.
[2]<http://mail.google.com/mail/?view=page&name=gp&ver=3403410b768567d8#_ftnref2
Beck,
Ulrich. ¿Qué es la Globalización? Capítulo 2. David Held utiliza el
término "hiperglobalista" para referirse al mismo concepto en
"Transformaciones Globales". Otros autores emplean globalismo o
globalización, indistintamente.
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