Colombia: tra uribismo e l'inerzia del passato
Nunca hubo, en la historia conocida de América Latina, un país con tan mala suerte como Colombia. Mejor dicho: con tan mala oligarquía. Desde hace más de un siglo una casta política y económica, que nutre lo más florido de la sociedad colombiana, maneja los hilos de este inmenso país, rico en recursos, mal administrado, dependiente sempieterno de los Estados Unidos y ajeno a las actuales (y pasadas) corrientes de cambio y progreso que hoy soplan en el continente.
La irrupción de la violencia política, cuando la casta gobernante asesinó al líder progresista Eliécer Gaitán, ha condicionado la existencia de este país desde hace más de medio siglo y ha provocado, por ende, numerosos conflictos en clave militar, como la propia existencia de la guerrilla, que ha tenido y tiene numerosos nombres: el M-19, las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) y el ELN (Ejército de Liberación Nacional), sobre todo.
Luego están los paramilitares, casi siempre amparados y tolerados por el poder político y sólidos aliados de la oligarquía conservadora en los pequeños núcleos rurales. La tolerancia, cuando no complacencia, hacia sus desmanes y brutales violaciones de los derechos humanos no tiene parangón en todo el continente. Uribe, que siempre calla sobre estos asuntos, bien conoce sus sanguinarias formas y la Ley del silencio reinante allá donde campan a sus anchas.
En este ambiente, claramente dominado por la inercia de un pasado difícilmente superable en un país como Colombia controlado por las “mafias” políticas conservadoras y liberales, está claro que muy poco se puede esperar de las próximas elecciones presidenciales, en las cuales, dicho sea de paso, aparece en las encuestas el actual presidente, Alvaro Uribe, como claro vencedor.
No es para menos: toda la prensa conservadora, los canales oficiales de televisión y los medios de comunicación “independientes” ignoran a la oposición democrática y “certifican” los méritos del primer mandato uribista. No hay, dicho en pocas palabras, donde elegir, ya que no existe una oposición progresista estructurada y porque una buena parte de la sociedad colombiana prefiere mirar hacia otro lado con respecto a los derechos humanos y votar al actual presidente-candidato (amigo del ex presidente español José María Aznar) en aras a la supuesta seguridad que ofrece el modelo uribista.
¿Y cómo se explica esta difícil situación que padece uno de los países clave en términos políticos, geográficos y económicos del continente? Pues muy fácil: la izquierda ha sido exterminada, físicamente, ya que unos 4.000 miembros de la UP y otros grupos que optaron por participar en la vida política han sido asesinados; la oligarquía, ese grupo que labora en beneficio propio sin mirar por los intereses patrios, sigue controlando la vida política sin dar paso ni a las clases medias ni bajas y sin permitir un mínimo y equitativo reparto de la riqueza nacional; y, por último, las fuerzas armadas, que en otros países de América Latina se posicionan a veces a favor de cambios reformistas, son una simple correa de transmisión de la actual casta gobernante y no un factor que facilite el cambio.. Es decir, que ganará Uribe, pero que el país seguirá ejercitando ese difícil juego malabar que consiste en mantener las reglas de un anacrónico pasado en un mundo en cambio y en movimiento, que provoca siempre inesperados y radicales cambios sociales que arrasan con aquellos que se niegan a pensar que la Historia es una foto fija. Colombia todavía espera a la aurora que devora a los monstruos del pasado.
Fecha Publicación: 19/05/2006
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