Latina

Breves apuntes sobre el estado de las desigualdades de género en El Salvador

Appunti sulla differenza uomo-donna ne El Salvador
30 marzo 2007
CEICOM

En la conmemoración del mes de la mujer, el Centro de Investigación sobre Inversión y Comercio (CEICOM), considera necesario abordar la problemática de las desigualdades de género de las mujeres salvadoreñas desde la perspectiva económica, analizando brevemente los indicadores oficiales.

Dentro del Convenio Internacional sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales se reconoce el derecho a la igualdad económica entre hombres y mujeres. Si bien, a pesar de que se logre alcanzar este tipo de igualdad aún existiría una brecha en aspectos socioculturales por cubrir.

Según datos de la ONU, a nivel global las mujeres constituyen el 70% de los pobres y poseen únicamente el 1% de la riqueza mundial. La pobreza, especialmente para las mujeres, es más que la falta de ingresos, a pesar de que sufren desventajas debido a otras formas de pobreza en áreas tales como la falta de alfabetización, educación, oportunidades de empleo, movilidad social y representación política.

Debido a construcciones sociales y económicas, la pobreza afecta a mujeres y hombres de manera muy diferente; es por esta razón que el uso de la perspectiva de género mejora la conceptualización y el entendimiento de los conceptos de pobreza y desarrollo.

Sin embargo, haremos referencia la parte que se atañe a la satisfacción de necesidades económicas, así como distribución y manejo de ingresos, analizando los datos presentados por las encuestas oficiales como indicadores de pobreza o desarrollo.

Según la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples 2005 (EHPM), la pobreza es uno de los indicadores más relevantes a nivel macroeconómico. La pobreza se divide en pobreza extrema y pobreza relativa, de acuerdo a los rangos establecidos de pobreza, la población que se encuentra bajo la línea de pobreza extrema es la que cubre al menos “una canasta básica de alimentos”, es decir $136.54 para el área urbana y $87.53 para el área rural .

Según la EHPM el 53% de la población salvadoreña que vive en condiciones de pobreza son mujeres. Es decir que la mayoría de población pobre de El Salvador se ubica en el sector femenino. En cuanto a los empleos la mayor parte de mujeres se inserta en áreas de trabajo relacionadas al cumplimento de sus roles tradicionales de género, es decir en el ámbito del cuidado y la reproducción, como la enseñanza, servicios comunales y de salud.

A partir de las políticas de ajuste y de estabilización económica impulsada en la década de los 90s, hubo un enorme impulso de la industria manufacturera y específicamente de las maquilas textiles, las que a causa de la división sexual del trabajo han permitido emplear más mujeres que hombres. Este es uno de los empleos más precarios debido a los bajos salarios, ya que $157.00 al mes (el salario mínimo de la maquila) a penas sobrepasa la canasta básica mensual ubicada en la línea de pobreza absoluta. Otra de las causas de la precariedad de este tipo de empleo son las altas jornadas laborales, pocas o nulas prestaciones sociales, requerimientos de muy poca cualificación y medidas extremas de control y represión dentro de la jornada laboral.

Otras áreas donde se han insertado laboralmente las mujeres es en el servicio domestico y el comercio, que en la gran mayoría de los casos se ubican dentro del sector informal y por tanto representan empleos de baja calidad debido al alto grado de inestabilidad de los contratos, que suelen ser verbales y no contemplan ningún tipo de protección social ni ingreso mínimo.

De manera general, las mujeres participan o son empleadas en unidades económicas de pequeña escala, donde su contribución es invisible y casi no se las tiene en cuenta. Las mujeres se enrolan mayoritariamente en actividades laborales que generan los menores salarios e ingresos y en estructuras económicas que no les proporcionan ningún tipo de seguridad social, les limita el acceso a educación, cultura, buena salud y espacios de ocio y de esparcimiento. Esta condición de inserción de las mujeres en el mercado laboral en condiciones de calidad deficiente se ha mantenido a lo largo de las últimas dos décadas y es potenciada por la carencia de políticas laborales específicas que reivindiquen el trabajo femenino y reviertan esta situación.

En cuanto a las retribuciones salariales, existen graves brechas salariales entre hombres y mujeres trabajando dentro de las mismas ramas (manufacturas, comercio, salud y educación). El porcentaje de diferencia salarial entre hombres y mujeres oscilan entre el 30 y 35% , afectando de manera directa y violentando el derecho de igualdad económica de la mujer. En contraposición a esto, nos llama la atención que en las áreas de administración publica y defensa las mujeres ocupen el 29% de los cargos, una cuota bastante baja con respecto a los hombres, y sin embargo, los salarios de las mujeres representen el 110% del salario de los hombres.

Por otra parte dentro de la Población Económicamente Inactiva que declara no trabajar debido a que haceres domésticos, el 99% está compuesta por mujeres y tan solo el 1% son hombres. Este dato refuerza las evidencias sobre las desigualdades y prejuicios de género construidos a lo largo de la historia en los que la mujer es quien por excelencia se desempeña en el ámbito de la reproducción.. Este tipo de realidad contribuye a la falta de libertad de las personas, que se constituye en fuerte limitante para el acceso a ingresos y recursos, toma de decisiones y ejercicio pleno de las capacidades de las mujeres, repercutiendo negativamente sobre su calidad de vida.

En cuanto a la seguridad social, el 79% del total de la población no cuenta con ningún tipo de seguro médico. Dentro de este grupo de personas sin acceso a seguridad medica, el 53% son mujeres. Mientras que del total de mujeres salvadoreñas, únicamente el 8.6% son cotizantes del ISSS. Desde el año 1990 el Estado Salvadoreño, bajo el gobierno del partido ARENA, ha mantenido congelado el porcentaje del PIB que es invierte en salud en un 3.6%. Mientras la población crece y las necesidades no satisfechas en esta materia también han ido en crecimiento.

Con respecto al estado de la educación de las mujeres, la tasa de alfabetización de las adultas (según datos oficiales mujeres mayores de 15 años) es del 77.1%, mientras que la tasa de matricula combinada de educación primaria, secundaria y terciaria es de 67%, es decir un punto porcentual abajo de la de los hombres, reflejando para ambos casos graves deficiencias en cuanto a niveles alcanzados en educación; constituyendo esto una fuerte limitante para mejorar los niveles de vida de las mujeres y permitir participar en la toma de decisiones en el ámbito familiar, comunitario, laboral y político. Por tanto, es urgente realizar mejorar los niveles y sobretodos en la calidad en educación, de manera que esto permita que las mujeres y la población salvadoreña puedan alcanzar nuevos estados de desarrollo y el pleno ejercicio de sus capacidades y libertades.

Las personas no son pobres (en este caso particular las mujeres), porque no haya bienes o recursos para satisfacer sus necesidades, si no porque no pueden acceder a los mismos. La pobreza y la desigualdad no nacen de las limitaciones materiales, sino de los obstáculos que impiden el acceso a los bienes y recursos disponibles, por la mala distribución de los mismos. Ante esto, no es suficiente que se den mejoras en la disponibilidad de recursos, si estas mejoras no van acompañadas de mejoras en los accesos. Así, es posible afirmar que la pobreza y la desigualdad de género no son únicamente herencia del pasado, sino que las hemos generado y las seguimos generando al sostener las reglas del juego vigentes para la apropiación y distribución de recursos dentro del sistema capitalista y el modelo económico neoliberal.

Las desigualdades de género potenciadas por el sistema capitalista ocasionan asimetrías en el mercado de trabajo, debido a la presión que existe sobre las mujeres para insertarse laboralmente en el sector informal y en actividades consideradas como de baja productividad, así como con niveles mínimos de educación y desarrollo tecnológico, profundizando así, el problema de la heterogeneidad estructural de la división del trabajo. Las desigualdades de género se convierten en un eslabón dentro del círculo vicioso de la pobreza, convirtiéndose por tanto, en un obstáculo más para el desarrollo integral de las personas.

Los mecanismos por los que las personas acceden a los diferentes tipos de recursos, nunca es un resultado espontáneo, si no que responde a los intereses de quienes tienen la capacidad de generar o imponer las reglas en el funcionamiento del sistema. Las actuales manifestaciones de exclusión no son casuales, sino que son producto de una serie de políticas estatales que responden a las necesidades de la economía neoliberal para el funcionamiento del capitalismo. Es por esto que consideramos que es urgente una transformación política, social y económica basada en los principios de no exclusión y equidad del acceso y distribución de la riqueza.

CEICOM considera que medir y estudiar la pobreza y el desarrollo desde un enfoque de ingreso- consumo, como el que se ha dado hasta el momento, no es suficiente, ni consistente, que hace falta ahondar más en el estudio integral de este problema, para poder dar soluciones integrales al mismo, de manera se alcance mejores niveles en cuanto a la calidad de vida de las mujeres salvadoreñas. En este sentido, CEICOM considera el enfoque de desarrollo del economista hindú Amartya Sen como un buen punto de partida para la discusión global en este punto. Este enfoque que rechaza el ingreso monetario como la única medida del bienestar, e introduce un enfoque basado en la libertad de las personas para vivir de manera que puedan desarrollar plenamente sus capacidades en condiciones de respeto y equidad. Por tanto, es urgente buscar cambios reales por medio de los que la humanidad pueda eliminar la exclusión y desigualdades en pro conseguir una mejor calidad de vida.

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