Colombia: la guerra invisibile: l'altra guerra
Colombia: La guerra invisible, la otra guerra
"Es posible que la guerra como estrategia sea la continuación de la política. Pero no hay que olvidar que la "política" ha sido concebida como la continuación, si no exacta y directamente de la guerra, al menos del modelo militar como medio fundamental para prevenir la alteración civil. La política, como técnica de la paz y del orden interno, ha tratado de utilizar el dispositivo del ejército perfecto, de la masa disciplinada, de la tropa dócil y útil, del regimiento en el campo y en los campos, en la maniobra y en el ejercicio." 1
La movilización de alrededor de treinta millones de personas rechazando la invasión Norteamericana a Irak fue una manifestación de las nuevas formas de resistencia frente al poder hegemónico globalizado. Aunque la movilización y el rechazo a este tipo de intervención en algunos países se constituyan como ejemplo de una de las formas de resistencia que necesitaremos adoptar, no será suficiente para garantizar nuestra permanencia en este planeta. Al tiempo que se fortalece la estrategia militarista y armamentista de quienes disputan la hegemonía en la creación del nuevo orden mundial y de los nuevos centros de poder, se acrecientan las estrategias de control político de los individuos. Por un lado, se perfeccionan las disciplinas que los hacen más eficientes en cuanto a la producción se refiere; por otro, se generan nuevas estrategias para el control de sus voluntades. Todo esto ocurre en espacios micro en los que pueden pasar desapercibidas las tácticas de control, y en los que la guerra se enmascara de política o de normatividad.
De manera simultánea, se agravan las crisis económicas, políticas, sociales, culturales y ambientales; los principales grupos de poder toman decisiones arbitrarias en lo referente a los modelos de desarrollo económico de los países pobres; se fortalecen las estrategias armamentistas para mantener la paz (aunque sea una flagrante contradicción); se favorecen las políticas de guerra; se intenta uniformar al mundo con la cultura de una sola nación; aumenta el consumo de combustibles fósiles; se reglamenta el saqueo, depredación y destrucción de los recursos naturales; se fortalece el canibalismo epistemológico, mitológico y ritual; etcétera. Es sorprendente la velocidad en la que esto avanza, estructurando el desarrollo de las sociedades contemporáneas.
Una de las constantes entre las guerras que hoy proliferan en el planeta es el carácter estratégico de las zonas en donde tienen lugar.
Las guerras se desarrollan en los lugares donde se concentra buena parte de los recursos naturales (petróleo, minerales, agua, biodiversidad, entre otros) que son estratégicos, tanto para la preservación de la vida como para la ganancia de las grandes multinacionales que quieren controlarlos. En el proceso de globalización, en el cual se integran todos los recursos en una visión planetaria, las potencias hegemónicas (Estados Unidos, potencias europeas y Japón), con sus empresas transnacionales, se interesan cada vez más por el conjunto de esos recursos. Éstos están distribuidos de manera dispersa por todo el planeta.
Un 40% de la totalidad de las reservas de petróleo se encuentra en el Golfo Pérsico - lo que explica la pertinencia de la invasión a Irak.
Los recursos de biodiversidad están concentrados principalmente en la región amazónica, en las cabezas de cuenca de la región Andina y en el corredor biológico mesoamericano.
La Cuenca amazónica es el lugar más importante en concentración de recursos naturales - primer núcleo de biodiversidad, segundo en concentración de agua, tercero en reservas petroleras y con importantes reservas mineras. Siberia es el segundo lugar más importante. Esto permite explicar, en lo que tiene que ver con Siberia, la pertinencia de la guerra contra Afganistán. En el caso de la Cuenca Amazónica, se explica el estado de violencia, pobreza e inestabilidad en que se encuentran los países que la contienen; además, se entiende por qué ha llegado a constituirse como el lugar principal en la escala de intereses geopolíticos de las empresas transnacionales. En este sentido es que podemos entender la militarización de la triple frontera, además de los fuertes componentes militares que se encuentran dentro del Plan Colombia y del Plan Puebla Panamá.
La ubicación de estos recursos explica, en la mayoría de los casos, la pertinencia de la "colaboración" militar y económica de las potencias hegemónicas para con los países del Sur. El dominio político sobre éstos asegura el control de la economía actual y futura.
Por otro lado, en el proceso de globalización que se ha venido articulando desde la Segunda Guerra Mundial y que ha crecido exageradamente en la avanzada neoliberal, hemos presenciado la privatización de las infraestructuras (carreteras, ferrocarrileras, telefónicas, empresas públicas, etcétera); además, se han privatizado los recursos naturales que antes pertenecían, en la mayoría de los casos, a las comunidades que habitaban los territorios en los que dichos recursos se encuentran. El petróleo y los minerales estaban parcialmente privatizados y existía una guerra declarada a los países que mantenían el control soberano de estos recursos. Hoy, un frente importante de esta estrategia de guerra apunta al control y privatización del agua (entendida como hidrosfera dulce).
En nuestro país, las fumigaciones hacen parte fundamental en la infundada guerra contra las drogas ilícitas que en realidad tiene otros objetivos: aumento del precio de las drogas, venta de químicos de la empresa multinacional MONSANTO, apropiación de tierras a partir del desplazamiento forzado generado por las fumigaciones, entre otros.
Toda esta estrategia de guerra que vemos cristalizada en el aumento de la capacidad militar en estos espacios estratégicos es simplemente una forma terminal de una estrategia oculta y muchas veces invisible que nos logran imponer. Ya no hay necesidad de asignar la muerte, ahora los poderes incitan la vida. Hemos crecido en una sociedad caracterizada por el control milimétrico sobre nuestro cuerpo y nuestro propio yo, es decir, sobre nuestros sentimientos y deseos. El cuerpo y la mente han sido adiestrados científicamente; ya no son necesarias las bayonetas para inculcar la obediencia. los colegios, la familia, las clínicas, los manicomios y los campos de concentración, entre otros, son los nuevos espacios del biopoder. Saben lo que queremos y deseamos, ellos mismos son los que nos imponen aquellas necesidades y son los que manipulan nuestros deseos. Esta es la guerra invisible. No es necesario un cañón frente a nuestra casa para que nos comportemos de forma adecuada, para eso existen ahora los televisores. Nuestra identidad ya no es tal, está atravesada y la constituye una multiplicidad de relaciones de poder. Aquel yo trascendental, en el que se fundaba una necesaria emancipación de los seres humanos en la época ilustrada para salir del letargo del medioevo y de la minoría de edad, ha desaparecido para dar paso a un yo, ya no constituido por el mismo individuo, sino por una sistemática imposición de ideas y valores para que cada uno de nosotros pueda ser un "buen ciudadano".
Nuestra lucha en contra de todas estas guerras debe convertirse en una pluralidad de resistencias frente a la multiplicidad de poderes que nos atraviesan, una resistencia frente a cada uno de los poderes que nos dominan, una vida de resistencia a la biopolítica de la dominación.
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