Perù: segnali di grande instabilità politica

Alejandro Toledo se ha presentado en TV para reclamar un triunfo paralelo al de Alberto Fujimori en 1996. Es cierto que los reservistas a propina no son el MRTA, ni Andahuaylas es San Isidro, ni los policías rehenes son los invitados del cóctel nipón. Pero el problema habría podido prolongarse más, y volverse más sangriento, y eso es lo que reclama Toledo.
Pero un incidente como el de Antauro Humala es un mal golpe al gobierno por donde se le mire. Stratfor.com lo llama "una revuelta menor pero reveladora" de un clima de inestabilidad que no estaba tan a la vista. Andahuaylas hasta ahora no causa ni un hipo en la pantalla económica (BVL, riesgo país), pero Alá sabe más.

Si algo significan las encuestas relámpago de los propios medios, Humala ya está entre quienes engordan a expensas de la impopularidad de Toledo. Esto es en parte por la lisonja gráfica de los medios (uno hasta lo puso calándole un rosario al reservista muerto) y en parte por la nostalgia del hermafroditismo ideológico democracia-dictadura.

¿Qué puede hacer Toledo? Si bien el blanco de la asonada es mucho más el próximo presidente que el actual, quien en varias cosas empieza a ser un pato rengo, sería un error pensar que el problema termina con este incidente o que su perímetro exterior es el etnocacerismo. Desestabilizar ahora puede ser una manera de actuar sobre el post-2006.

Un cambio de ministros siempre es refrescante, y sobre todo esperanzador, pero este no parece el momento para acatar los pedidos en este sentido. No por falta de ministros que merezcan irse, sino porque en la habitual onda hamletiana, allí hay por lo menos tres meses de suspenso, que se parece tanto a la tregua y que no deben ser desaprovechados.

Además sacar ministros antes de que pase la ola es de alguna manera hacerle el juego a Humala. De hecho terminaría siendo el efecto político más importante de la asonada. Además con esta suerte de ultra-Sánchez Cerro suelto en la plaza mediática, las bancadas harían bien en revisar la pertinencia de sus juegos de pulseo parlamentario.

Pero mantener a los ministros un rato más no quiere decir ignorar la nueva topografía. Hay que ser ciego para no advertir que la relación entre los titulares de La Razón y el etnocacerismo (pronto un movimiento con el prestigio de la persecución) es -muy mutatis mutandis- parecida a la que había entre El Diario y Sendero Luminoso.

Es realmente divertido (aunque quizás esa no es la palabra) ver cómo este diario de propiedad real de una familia judía y con un director de la misma religión, se dedica a promover a un movimiento tan identificado, en la forma y en el fondo, con el nazismo alemán, con antisemitismo y todo. Hay que tener alma de Kapo.